Fiesta del Rosario

HOMILÍA DE MONSEÑOR FRANCISCO GIL HELLÍN
ARZOBISPO DE BURGOS

con motivo de la

Fiesta de la Virgen del Rosario

Parroquia de Nuestra Señora del Rosario -  2 octubre 2011

1. El año 1571, los turcos amenazaban invadir Chipre, para desde allí saltar a Grecia, llegar a las costas de África y terminar en las playas de Roma. De ese modo, el Islam enarbolaría el estandarte de Mahoma en el mismo corazón de la cristiandad. Lo que se llamó la Liga Santa, capitaneada por don Juan de Austria, organizó una flota para defenderse. El Papa san Pío V pidió a toda la Iglesia que rezara el Rosario. Él mismo contempló misteriosamente la victoria mientras rezaba el Rosario asomado a una ventana del Vaticano. Y, efectivamente, la victoria llegó. Para dar gracias a Dios por ella, el mismo Pontífice instituyó la fiesta del Rosario. Esta parroquia, que lleva por titular esta advocación de la Virgen, se dispone a celebrar solemnemente su fiesta y yo tengo el gusto y el honor de acompañaros.

2. Todos sabemos que el Rosario es la devoción mariana más recomendada por los Romanos Pontífices. El Papa León XIII –que es considerado como el Padre de Europa– escribió diez encíclicas sobre el Rosario, y en una de ellas dice: «El Rosario es la fórmula más eximia y excelente de oración» Su sucesor, san Pío X, dijo que «el Rosario es un medio de los más eficaces para obtener la gracia del Cielo, porque es la oración por excelencia».

Pío XII fue más lejos, al afirmar que «el Rosario es el breviario de todo el evangelio, meditación de los misterios del Señor, sacrificio vespertino, guirnalda de rosas, himno de alabanza, plegaria doméstica, norma de vida cristiana, garantía cierta del poder divino, apoyo y defensa de nuestra salvación». En una ocasión, refiriéndose a la honda con la que David venció al gigante Goliat, dijo: «No es con las fuerzas de las armas, ni con el poder humano, sino con el auxilio divino obtenido por la oración del Rosario como vence la Iglesia, igual que David con su honda venció a Goliat».

El Beato Juan XXIII decía: «Si el Papa no reza cada día las tres partes del Rosario, el Papa no ha orado». El Beato Juan Pablo II, el gran enamorado de María, decía que el Rosario era su oración preferida y, apenas se quedaba solo comenzaba a rezarlo. Se sabe que en el intervalo que media entre una audiencia y la siguiente, rezaba una decena del Rosario para que la Virgen bendijera aquella visita pastoral. Era tan amante del Rosario, que quiso añadir los misterios luminosos a los gozosos, dolorosos y gloriosos y dijo cosas muy profundas y piadosas sobre el Rosario. No es extraño que los Papas hayan hecho tantas alabanzas del Rosario, pues sus autores no pueden ser más excelentes: Jesús, el arcángel san Gabriel, la prima de María, Santa Isabel, y la Iglesia. Entre todos han compuesto una oración contemplativa, que nos traza las virtudes evangélicas de Jesús, María y José, los misterios del redentor y de la corredentora y, a la vez, invoca a la Santísima Trinidad: al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

3. La cuádruple división de los misterios no solo se adapta al orden cronológico de los hechos, sino que refleja el anuncio primitivo de la fe y propone el misterio de Cristo como fue contemplado por san Pablo: humillación, iluminación, muerte y exaltación. Con el Rosario contemplamos los misterios de la Vida oculta y publica, Pasión y Muerte, y Gloria de Cristo, para sacar de ellos normas para nuestra vida y gracia para obtener lo que Dios quiere de nosotros.

4. Queridos hermanos: Del mismo modo que el agua para los árboles y las plantas; la comida para el cuerpo; la sangre para el organismo; los cimientos para la casa; el estómago para la digestión; el oxigeno para la vida, así de necesaria es la oración para la vida cristiana. No se pierde el tiempo cuando rezamos; porque así como el agricultor no pierde el tiempo cuando afila la guadaña, si yo realizo el trabajo de orar, caerán todas las murallas. Por eso, me alegra mucho que la primera prioridad que se ha trazado esta parroquia para este año pastoral sea, precisamente, la oración: favorecer un clima de oración que facilite el encuentro con Dios en medio del quehacer de cada día.

5. Pienso que el rezo del Rosario es un medio privilegiado para lograrlo. Porque el Rosario es una oración sumamente sencilla y adaptada a todas las personas y circunstancias. Lo puede rezar una persona que está enferma y permanece en cama, una viejecita que no sale de casa, una madre que está llena de trabajo fuera y dentro del hogar, un joven y una persona mayor. Porque el Rosario se puede rezar de un tirón –como se hace en la parroquia–, o se puede rezar a trozos. Por ejemplo, un misterio cuando se va al supermercado o al trabajo, otro cuando nos levantamos, otro después de ver el telediario, etc. Quizás este segundo modo de rezarlo lo haga más fácil.

Además, se puede poner intenciones que nos estimulen; por ejemplo: un misterio por los hijos, otro por los nietos, otro por el Papa, otro por el obispo y los sacerdotes de la diócesis, otro por la parroquia. Otro modo de rezarlo es aplicar cada misterio por uno de los cinco continentes del mundo.

Hay un modo que los Papas no han cesado de encomendar: el Rosario en familia. ¡Qué hermoso y qué maravilloso ver rezar juntos todos los días a los padres y a los hijos! Es más fácil de lo que parece y tenemos tiempo. Porque, a pesar de nuestros muchos quehaceres, sacamos tiempo para ver la televisión, leer una revista y escuchar la radio. Quizás se puede comenzar por un día a la semana, por ejemplo, el sábado o el domingo; y poco a poco ir haciéndolo más frecuente.

6. El Rosario es una oración especialmente adaptada a la familia. Porque cuando lo rezamos, somos todos juntos los que tejemos guirnaldas de rosas a la Virgen, creamos un delicioso jardín entre todos los miembros de la casa, y hacemos que Jesucristo y María ocupen el centro de nuestra familia.

Queridos hermanos y hermanas, sobre todo queridos jóvenes y niños: rezad, rezad el Rosario, al menos un misterio cada día. No importa que os parezca que siempre decís lo mismo y que es aburrido. Recordad lo que decía el gran orador Lacordaire: “El amor no tiene más que una palabra y, diciéndola siempre, no la repite nunca”. Rezad por amor a la Virgen y todo está resuelto.

Preguntó Lucía a la Virgen de Fátima: «¿Irá Francisco al Cielo? Y la Virgen respondió: «Sí, pero ha de rezar muchos rosarios». A san Antonio María Claret le dijo la Virgen: «Antonio, predica el Rosario, que es la salvación de España».

Que la Santísima Virgen del Rosario haga de esta parroquia una gran propagandista de esta maravillosa oración y no haya ni una sola familia en la que, al menos, cada día, se rece un misterio del Santo Rosario.

(Boletín Oficial del Arzobispado de Burgos, noviembre 2011)